Daniel Webber nos decía que le encantaba tener alumnos españoles pues de los mismos se podía asumir que siempre vendrían con una cierta formación filosófica, con todo lo que esto implicaba. Con todos sus defectos, el sistema educativo español que yo cursé en mi bachillerato, el BUP, y el COU si tenían un lugar destacado para la filosofía. En mi caso, mi amor por la filosofía había hecho que esta fuera más que una asignatura para mí. Algo que yo había tomado también casi como connatural al mundo evangélico. Algunos de nosotros leíamos, desde el mismo comienzo de nuestro peregrinaje espiritual y gracias a José Grau Balcells, libros como Huyendo de la Razón de Francis Schaeffer, con el sbtítulo de un análisis penetrante del hombre moderno y que incluía formidables estudios filosóficos de figuras como Aquino, Kant, Hegel o Kierkegaard. Y es que, además de su formación bíblica y teológica, R.C. Sproul tenía una sólido bagaje filosófico. Estudió, entre otros, con figuras como John Gerstner en Pittsburgh-Xenia Theological Seminary y con G.C. Berkouwer en la Universidad Libre de Amsterdam. Por ello, Sproul me pareció un pensador fascinante desde el primer momento. Y es que el teólogo norteamericano es conocido por el hecho de construir su defensa de la fe cristiana desde lo que se conoce como la Apologética Clásica. Básicamente, significa que Sproul cree en una defensa racional de la fe cristiana. Cree en el uso de la mente para la defensa de la fe cristiana. En su libro, Classical Apologetics, señala que hay razones para creer: “la fe no puede ser confundida con la razón; pero tampoco puede ser separada de ella”. En castellano tenemos otra gran obra suya en la que desarrolla su posición apologética: ¿Cómo defender su fe? Una introducción a la Apologética. En la misma desarrolla su posición apologética apelando a textos como 1ª Pedro 3.15: “estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros”. Aunque es pronto para esperar reseñas amplias, resulta curioso que este aspecto de su legado no haya sido muy destacado en las numerosas muestras de condolencias que muchos han escrito ya.
Lo que considero relevante de la posición apologética de Sproul es su determinación de no ceder terreno a los que afirman que la fe es un salto en el vacío. Por el contrario, la fe se basa en evidencias de todo tipo: racionales, históricas y experimentales. Al igual que argumentaba Francis Schaeffer, o C.S. Lewis, R.C. Sproul no está dispuesto a aceptar que la fe es lo opuesto a la razón. Creer en la Biblia y en Cristo como Señor y Salvador es lo más razonable que se puede hacer. Sproul apela a multitud de pensadores clásicos de la era cristiana como Agustín de Hipona o Tomás de Aquino. Pero, además, defiende su postura desde una poderosa argumentación reformada. Esta hunde sus raíces en la Institución de Juan Calvino y su tratamiento de los indicia o pruebas objetivas de la divinidad de las Escrituras, al mismo tiempo que sostiene la imprescindible necesidad del testimonio del Espíritu Santo para la fe. “El Espíritu” afirma nuestro autor “no nos mueve a creer en contra de la evidencia sino a rendirnos a la evidencia que está ahí"1 Sproul consideraba esencial su labor apologética, en un mundo que crecientemente simplifica superficialmente todo, hasta el punto de atreverse a decir que la fe cristiana es irracional. Es imperativo recordar que el cristianismo es defendible. Que hay numerosos puntos de encuentro con el no creyente que hay que explorar. Sirvan estas palabras como sentido homenaje a uno de los grandes teólogos y apologetas cristianos del siglo XX y principios del XXI.
José Moreno Berrocal
1. Sproul. R.C. ¿Cómo defender su fe? Una
introducción a la Apologética. Portavoz, 2006. p. 195
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