lunes, 25 de septiembre de 2017

DUNDEE, ROBERT MURRAY MC CHEYNE Y LA ESPIRITUALIDAD EVANGÉLICA

Iglesia de St Peter's Dundee, Escocia

Estoy de vuelta después de un viaje a Dundee (Escocia) donde he tenido el privilegio de participar en una Conferencia sobre Misiones organizada por la European Mission Fellowship en conexión con la iglesia Trinity Baptist de Dundee. He disfrutado grandemente con la gran hospitalidad de los hermanos de esta congregación. Como parte de la misma, tuve también la ocasión de entrar en la iglesia de St Peter's en la que ejerció su ministerio el famoso predicador evangélico Robert Murray Mc Cheyne desde el 24 de noviembre de 1836, hasta su muerte el 25 de marzo de 1843. Solo tenía 29 años cuando murió. Mc Cheyne había nacido en Edimburgo un 21 de mayo de 1813. Tenía mucho interés de poder pasar por este lugar, ya que la biografía de Mc Cheyne, que publicó su gran amigo Andrew Bonar en 1844, Memoir and Remains of R. M. M'Cheyne  y que leí en 1985, es uno de los libros que más impacto han tenido en mi vida, sobre todo en en cuanto a mi llamamiento al ministerio cristiano de la predicación de la Palabra de Dios. A diferencia de otros muchos autores evangélicos escoceses, si tenemos varias de las obras de Mc Cheyne en español. Ya en 1961, el Estandarte de la Verdad, publicó muchos de sus sermones con una escueta introducción biográfica en un volumen titulado Mensajes Bíblicos. Libro que fue reimpreso en 1988. En 1986 la Editorial Clie publicó sus sermones sobre Las Siete Iglesias de Asia. Y contamos también con esa misma biografía de Andrew Bonar que editó Peregrino en 2004: La vida de Robert Murray M'Cheyne. En inglés se puede asimismo consultar una obra sobre Mc Cheyne escrita por el actual pastor de la iglesia de St Peter, David Robertson ( famoso por una serie de cartas que escribió a Richard Dawkins) y titulada Awakening: The Life and ministry of Robert Murray Mc Cheyne de Christian Focus. Es muy interesante porque añade nuevos detalles y más transfondo a lo que cuenta Bonar.
Recomiendo vivamente la lectura del libro de Bonar, (al igual que el de Robertson) pues es una de las obras que más claramente muestran el irresistible atractivo de la fe evangélica. Tenemos aquí la centralidad de la Escritura y de Cristo y de su Obra en la cruz, la primacía de la predicación, la salvación por la gracia de Dios, el conocimiento íntimo y experimental del Dios Trino y Personal, en oración y meditación, el amor por los perdidos, el anhelo de la santidad, la búsqueda del avivamiento y la honda preocupación social. Todos estos elementos, tomados conjuntamente, constituyen el meollo mismo del mensaje de la Biblia. Mc Cheyne es un ejemplo eminente de la transformación que Dios hace en una persona, de lo que llamamos la salvación. Es también un libro muy acertado para todos los que estén considerando el llamamiento pastoral. La obra de Mc Cheyne destaca todo lo que implica ser un buen ministro de Jesucristo, 1ª Timoteo 4.6. El sentido del llamamiento a predicar, la dedicación a la obra de servir en el iglesia, su sinceridad, su fervor, y su amor por los perdidos son características fundamentales de su labor. Su ejemplo es todo un acicate para cualquiera. 
Al pensar en Mac Cheyne, no puedo dejar de pensar en la eternidad. Es curioso que en la misma entrada de la iglesia, haya una piedra en el suelo, con esa palabra grabada. Creo que no está allí por casualidad, la vida y ministerio de Mc Cheyne ha sido considerada como una ilustración de la importancia de vivir a la luz de la eternidad. Su propia muerte prematura indica que hemos de estar preparados para la otra. Solo podremos morir en paz, y sin temor a la condenación, si somos del Señor Jesús, si le hemos recibido como Señor y Salvador. Este mensaje sobre la eternidad es también importante hoy. Es un distintivo de la fe evangélica, enfatizar la necesidad de tener en cuenta la duración de la eternidad. Es a lo que igualmente se refería Thomas Chalmers, profesor de Mc Cheyne y una de las influencias más importantes en su vida, con un ejemplo tomado de las matemáticas. Chalmers decía que la clave de esta ciencia reside en el concepto de la magnitud y que hay dos magnitudes que jamás debemos olvidar: la pequeñez del tiempo y la grandeza de la eternidad. Mc Cheyne nunca dejó de vivir a la luz de la misma. En un mundo que solo vive para el presente, el mensaje de Dios es a no tener en poco la eternidad. Es un mensaje contracultural, pero al ser la verdad, hace a la iglesia relevante siempre. Eso no significa que no podamos disfrutar de esta vida presente. Mc Cheyne lo hacía. Sus biógrafos destacan que amaba a sus familiares y pasar tiempo con ellos, le gustaba leer y escribir poesía, hacer gimnasia y dibujar. Mc Cheyne tenía, además, muchos amigos, con los que hablaba y oraba con frecuencia, bebía vino con moderación e, incluso, aunque no le agradaba tanto, se tomaba algún vasito de whisky, si se lo ofrecía alguno de los miembros de su iglesia, en las visitas que les hacía. Y, por supuesto, le encantaba pasear a caballo apreciando la arrebatadora belleza de Escocia. Pero, desde su conversión, se deleitaba de todo esto en Cristo, y no de todo esto sin Cristo. Procuró usar, pero no abusar de las cosas buenas y lícitas que Dios nos da en su creación. Es hacer todo lo que edifica para la gloria de Dios, como ya enseñó Pablo en 1ª Corintios 10.31. 
Si alguien quiere saber lo que es la fe evangélica, o conocer una de sus mejores versiones, y la razón por la que algunos estamos seguros que creer en  Jesucristo es lo mejor que nos ha podido pasar, lea la biografía de Bonar, la de Robertson, si sabe inglés, o los mensajes de Mc Cheyne. Esta es la auténtica espiritualidad evangélica.
José Moreno Berrocal

Iglesia de Broughty Ferry donde Mc Cheyne predicó su último mensaje sobre Isaías 60.1

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